martes, 9 de noviembre de 2010


LOS PRIMEROS ALUMNOS

El día 21 de octubre iniciaron sus primeras clases en el Colegio de Boyacá los primeros 30 alumnos. 12 jóvenes recibieron la clase de Gramática Latina y Castellana, orientados por el Profesor Juan Sáenz de Sampelayo. Los otros 18 jóvenes recibieron la clase de Filosofía, orientados por el Dr.Juan Gualberto Gutiérrez. Todos los alumnos del Colegio de Boyacá eran internos. Se levantaban a las 6 de la mañana, desayunaban a las 7 a.m.; almorzaban a la 1 de la tarde y comían a las 6 y media de la tarde. El Horario de estudios era el siguiente en los días ordinarios: de 8 a 9 de la mañana, una hora de estudio colectivo para todos bajo la vigilancia del Vicerrector. De 9 a 12 de la mañana, los catedráticos dictaban sus respectivas clases, especialmente las teóricas. Por la tarde, de 3 a 5 p.m., dictaban las clases prácticas. Por la noche, de 7 a 8 y media, los estudiantes y profesores escuchaban conferencias, especialmente los días lunes y jueves, o estudiaban en los cuartos. A las nueve y media de la noche todos debían estar en sus dormitorios, con mucho silencio.

El primer uniforme de los estudiantes del Colegio de Boyacá. Era una levita de paño larga hasta la mitad de la pierna; media, calzón y pañuelo negro, sombrero redondo negro con escarapela nacional, y sobre los hombros una beca de paño de color grana. En el pecho se colocaba un escudo de armas de la república y alrededor del escudo el nombre del Colegio de Boyacá, después del de la República. Con este uniforme asistían a la misa todos los domingos y días de fiesta. El color rojo grana fue el escogido para el Colegio de Boyacá; el color amarillo fue seleccionado para los otros Colegios santanderinos.

La Escuela Lancasteriana, anexa al Colegio de Boyacá. En Tunja se creó una Escuela Lancasteriana, la cual fue dirigida inicialmente por Fray José Antonio Cháves y estaba adscrita al Convento de los Franciscanos. Cuando se creó el Colegio de Boyacá, dicha escuela fue anexada a la institución santanderina. Era una educación con un sistema monitorial, por el cual, el maestro enseñaba a los monitores, y éstos a sus alumnos que se dividían en pequeños grupos. Tenía un severo sistema de castigos y premios, que con el tiempo hizo célebre la frase que se le asignó al método Lancasteriano: “La letra con sangre entra y la labor con dolor”. Se buscaba dar educación a la mayoría de la población con escasos recursos. Solucionar los problemas del analfabetismo masivo y la escasez de maestros. Fueron 60 niños los primeros alumnos de la Escuela Lancasteriana del Colegio de Boyacá.

Lo anterior señala que el total de alumnos del primer claustro santanderino fueron inicialmente Noventa, de los cuales 60 niños eran de la escuela lancasteriana y 30 jóvenes de segunda enseñanza en el Bachillerato del Colegio de Boyacá.

El Santo Patrono del Colegio de Boyacá. En el año 1824 fue escogido oficialmente San Francisco de Paula como Santo Patrono del Colegio de Boyacá. Este religioso italiano (1416-1507), de la Orden de San Francisco, tenía fama de taumaturgo. Su fiesta religiosa es el 2 de abril. Se escogió su nombre porque corresponde también al nombre del fundador del Colegio de Boyacá, el General Francisco de Paula Santander. Desde entonces se hacía la fiesta anual al santo patrono, a expensas del Colegio. El Claustro también ha tenido su devoción a San Pedro Claver por la tradición de que estuvo en el antiguo Convento de los Jesuitas, hoy la sede central. En 1614,en su año de probación, antes de su acción misionera con los negros esclavos en Cartagena de Indias.

El primer capellán que fue nombrado en el Colegio de Boyacá fue el Padre franciscano Fraile Rafael Serrano. El último Capellán nombrado en el siglo s.f., fue el Padre Nepomuceno León Leal, actualmente Canónigo de la Catedral de Tunja.

EL GLORIOSO COLEGIO DE BOYACÁ

El día 20 de octubre del año 1822 se instaló oficialmente el Colegio de Boyacá en el Convento de San Agustín de Tunja, en la capilla interior del edificio, donde hoy funciona la Biblioteca “Alfonso Patiño Rosselli” del Banco de la República, con una solemne función religiosa y un sermón de iniciación de estudios, que pronunció el franciscano Fray Francisco Florido, quien era párroco de Ramiriquí. Dicho religioso elogió al gobierno republicano por su consagración en favor de la educación.


Su primer Rector El Vice-Presidente Santander nombró como su primer Rector al franciscano Fray José Antonio Cháves (1787-1856), natural de Puente Nacional, quien era el guardián y el predicador oficial del Convento de los Franciscanos de Tunja; y el primer Director de la Escuela Lancasteriana de Tunja para la educación primaria, la cual funcionaba anexa a dicho convento. Inicialmente había sido nombrado como Rector el presbítero Dr. José María Ramírez del Fierro, cura de Pueblo Viejo, mediante el Decreto del 5 de septiembre de 1822; sin embargo, este clérigo no aceptó, por lo cual se nombró como Rector en propiedad, al franciscano Cháves. El nombramiento de Rector lo hizo directamente el Gobierno Nacional, a través del Vicepresidente Santander. Los nombramientos de vicerrector, pasante y capellán, los hizo el gobierno mediante propuesta del Intendente de Boyacá. Los nombramientos de los catedráticos se hicieron directamente a través del Intendente, después de obtener el triunfo en el examen de oposición o “Tremenda”.
Fray José Antonio Cháves dirigió el Colegio de Boyacá, inicialmente en los años 1822 y 1823, nombrado por el Vicepresidente Santander. Posteriormente dirigió el Colegio en los años 1826 y 1827. El Libertador Simón Bolívar, mediante el Decreto del 5 de enero de 1828 lo nombró catedrático de la Universidad de Boyacá para las cátedras de Fundamentos de la Religión, Lugares teológicos, Estudios apologéticos de la Religión, Sagrada Escritura, e instituciones de teología dogmática y moral. En 1830 fue aclamado Superior del Convento Máximo de Bogotá y posteriormente en 1833 fue elegido Ministro Provincial. El 24 de mayo de 1834 fue elegido Obispo Auxiliar de Bogotá para Casanare, iniciando su labor en Labranzagrande; renunció en 1837. En los últimos años se retiró a Puente Nacional, su ciudad natal. Murió en Bogotá el 3 de marzo de 1856